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Por su grandiosa santidad y pureza, Nuestro Señor le dijo a su madre: «Levántate, amada mía, hermosa mía, y vente.» (Cantar de los Cantares 2:10). Cuán llenos de júbilo y gozo deben haber estado todos los ciudadanos del Reino de los Cielos cuando dieron la bienvenida a la Hija de Dios Padre, Madre de Dios Hijo y Esposa de Dios Espíritu Santo.

Dicen que, en el momento de la Asunción, los Nueve Coros de Ángeles no podían detener su alegría. Todos proclamaban el esplendor y la gloria de su Reina. Ya que no sólo es María la Reina de Todos los Corazones y la Reina de Todos los Santos, ¡Nuestra Señora es también la Reina de todos los Ángeles!  La solemnidad de Nuestra Señora de los Ángeles se celebra el 2 de agosto. Es apropiado que la fiesta de la Asunción, Coronación y Nuestra Señora de los Ángeles sean en el mismo mes, ya que son íntimamente unidas. Nuestra Señora de los Ángeles es una fiesta muy especial para mí y para nuestra comunidad. Nuestro Monasterio lleva el nombre de la primera Iglesia de la orden Franciscana –Nuestra Señora de los Ángeles o Porciúncula.

Cuando San Francisco oye de Nuestro Señor esas palabras famosas: «Francisco, ve y repara mi iglesia, que se está cayendo en ruinas», él inmediatamente comenzó a reconstruir la Porciúncula. Esta pequeña Iglesia construida en honor de Nuestra Señora de los Ángeles tomó un lugar especial en el corazón de San Francisco. Él dijo a sus frailes: » Hijos míos, asegúrense de nunca abandonar este lugar. Si ustedes son llevados fuera en una vía, vuelvan por la otra, ya que este sitio es verdaderamente santo y la morada de Dios. Aquí cuando éramos pocos, el Altísimo nos aumentó en número. Aquí Él iluminó nuestra sabiduría, y aquí Él inflamó nuestra voluntad con el fuego de Su Amor. Quienquiera que ore aquí con un espíritu lleno de devoción obtendrá lo que pida, mas quien ofenda este lugar será castigado fuertemente. Así que, hijos míos, consideren este lugar de Dios como digno de todo honor, y con todos sus corazones y con una voz regocijante den gloria y gracias al Señor en este lugar».

El amor de San Francisco por esta pequeña Iglesia y por nuestra Señora obviamente no termina aquí. Es más, él va donde el Santo Padre a pedir por una Indulgencia especial: «Santo Padre, si a usted le complace, desearía que, ya que tantas bendiciones Dios ha otorgado y seguirá otorgando en este lugar, todos los que asistan a él con un corazón arrepentido y confesado, obtengan una indulgencia plenaria por todos sus pecados, para que así no tengan que pagar más por sus consecuencias.»

La Misericordia de nuestro Señor es demasiado inmensa para medirla y su amor demasiado profundo para descifrarlo. Él hasta nos dio a Su Madre como Intercesora con Jesús y como nuestra Abogada. Familia, no dejen pasar este día sin dar gracias a Dios por Su generosidad y cuidado. Mantengan sus ojos fijos en el cielo cuando los quehaceres de cada día sean una carga y recuerden que todos estamos llamados a unirnos un día en el Cielo con la Santísima Trinidad, Nuestra Señora y todos los Santos. ¡Piensen a menudo en Nuestra Señora, quien es la Reina de los Ángeles y la Reina de VUESTRO corazón! ¡Los amo familia mía!

Indulgencia Plenaria

Cada año todos los fieles que visiten una iglesia franciscana en cualquier lugar del mundo, entre el mediodía del 1 de agosto y la medianoche del 2 de agosto, podrán obtener la llamada indulgencia plenaria de la Porciúncula. Este don requiere además las condiciones habituales de confesión sacramental, comunión eucarística y la oración por las intenciones del Papa. El perdón se puede obtener para uno mismo o por los difuntos

Cuenta la tradición que unos pastores que solían pasar con sus ganados por la cañada de San Marcos, se resguardaron en el Cerro de Almodóvar (Hoy Cerro de los Ángeles) durante una noche de tormenta. Al caer un rayo junto a los restos de una ermita que allí existía, vieron cómo, una vez se apagaba el ruido del trueno, la luz no se desvanecía. Al principio creyeron que el resplandor provenía de un incendio; y al acercarse, vieron que se trataba de la imagen de una Virgen de pequeño tamaño. Como los pastores debían continuar su camino, entregaron la efigie a unos zagales, que se la llevaron a Pinto. Cuando fueron a contar la historia al cura de la localidad, comprobaron con asombro que la imagen había desaparecido. Estos mismos chicos, a los pocos días, estaban jugando a los pies de la ermita del Cerro, cuando encontraron de nuevo a La Virgen. La bajaron a Getafe, a uno de los altares de la Iglesia. Pero, una vez más, la efigie volvió a desaparecer. El cura llegó a pensar que La Virgen quería instalarse en el Cerro.  Ante estos sucesos extraordinarios el pueblo construyó una ermita a la que llamaron como a la imagen, Nuestra Señora de los Ángeles.

 

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